Seguramente te suena esta historia: comienzas una dieta con toda la motivación del mundo, te prometes que “esta vez sí será la definitiva”, aguantas días o semanas con un plan rígido lleno de prohibiciones y restricciones… y, pasado un tiempo, vuelves a estar en el mismo punto de partida. Tal vez incluso con más frustración, con más culpa y con la sensación de haber fallado. Pero la realidad es que no has fallado tú, ha fallado la dieta.
El círculo de las dietas restrictivas
Las dietas estrictas suelen basarse en prohibir alimentos, reducir al mínimo la ingesta de calorías o imponer reglas inflexibles que se alejan mucho de la realidad y práctica.
Cuando pasamos hambre o eliminamos alimentos de manera drástica:
- Aparecen los antojos y el pensar más en comida.
- El metabolismo se adapta, volviéndose más “ahorrador”.
- La sensación de privación aumenta el riesgo de atracones.
Y cuando eso ocurre, sentimos culpa y pensamos que la solución es empezar otra dieta… iniciando así un ciclo sin fin.
El impacto emocional de las dietas
Seguir este tipo de prácticas no solo afecta a nivel físico, sino también emocional. Vivir entre prohibiciones genera malestar emocional, miedo a ciertos alimentos y una relación dañada con la comida. Comer deja de ser un acto natural para convertirse en una constante lucha entre lo que “debería” y lo que “me apetece”.
Muchas personas llegan a normalizar esa incomodidad, creyendo que “sufrir es parte del proceso”. Pero la alimentación no debería ser un castigo, sino un espacio de cuidado, placer y bienestar.
Entonces, ¿por qué seguimos repitiendo dietas?
La industria de las dietas nos vende constantemente la idea de que la próxima será la buena, la que sí funcione, la que por fin nos dará el cuerpo “ideal”. Nos hacen creer que si no lo conseguimos es porque no tenemos fuerza de voluntad, cuando en realidad lo que ocurre es que el método no es sostenible. Detrás de cada nuevo intento hay una mezcla de esperanza, presión social, miedo al rechazo y el deseo de control. Pero mientras sigamos buscando soluciones rápidas en planes restrictivos, volveremos al mismo lugar.
Una alternativa más respetuosa
La verdadera salida no está en encontrar la dieta “perfecta”, sino en cambiar el enfoque. Aprender a escuchar a tu cuerpo, reconectar con tus señales de hambre y saciedad, trabajar en una relación más flexible y compasiva con la comida… eso es lo que te permite liberarte del círculo de las dietas.
La alimentación puede ser nutritiva, placentera y equilibrada sin necesidad de reglas estrictas. Recuperar la confianza en ti misma y en tu cuerpo es el primer paso para dejar atrás esa rueda de frustración.


